sábado, 1 de octubre de 2011

Por un cover.

El diminuto departamento que arriendo no tiene ventana, la única abertura para la ventilación es un espacio libre que queda sobre la puerta. Dentro se acumulan la ropa sucia, los platos sin lavar, botellas y restos de cigarrillos. Me encuentro tirado en la cama, un poco aturdido por el calor y la resaca. Marco entró de improviso; siempre entra sin golpear ni avisar, lo detesto. Me saluda y yo trato de mover la mano como respuesta. No me interesa mucho lo que tiene que decir. Le aviso que no ponga la música tan fuerte, pero le pido un tema de Pantera porque necesito energizarme. Me cuenta algo de su polola, no lo escucho bien porque me concentro en mis five minutes alone; supongo que es lo mismo de siempre, anoche pelearon y no le dio la pasada o tiraron cinco horas y ahora está cansadísimo.

Las guitarras eléctricas retumban y algo como un dolor de cabeza me sube desde el estómago a la sien. Marco me pasa una taza de café ¿en qué momento hirvió agua? Escupo el líquido frío compuesto por pisco y Nescafé. Él se ríe al verme chorreado de una mezcla oscura. Alguien golpea la puerta, tenemos que bajar el volumen. Despacho a la señora, una vieja que siempre reclama.

Voy a lavarme la cara y cambiarme la polera manchada. Me pregunta si estoy listo, tomo la cajetilla de Lucky y un zippo que mis papás me regalaron cuando salí de cuarto medio. Tanto tiempo he fumado, tanto he gastado en esto y no me importa. Quince años de fumador y nunca he intentado dejarlo. Salimos de ese cuarto deprimente a la ciudad.

Marco dice que vayamos a Valpo. Nunca me ha gustado el puerto, es un agujero de basura y orina; me repugna el olor a mierda de perro y orines de gato. Marco siempre dice que no importa, que allá la gente es más amable ¡cómo si eso me importara!. Siempre he preferido Viña y sus calles que conozco, parejas y numeradas por una mano matemática. Finalmente me convence, quizá haya algo que hacer.

En la micro no me gusta hablar, me agrada más mirar el paisaje y pensar. Pero Marco es como uno de esos charlatanes y no puede estar callado. Me cuenta sobre el último concierto al que fue y quedó grande. Habían dos bandas punketas que se agarraron a combos en el escenario. Al parecer la que tocó primero, Los hijos del ministro, prestó los instrumentos y cuando Los naikas tocaban la última canción (un corrosivo cover de The Beatles) rompieron las guitarras, destrozaron el bombo de la batería y algunos amplificadores. Me interesaba más saber qué canción habían tocado pero Marco no se acordaba, sólo sabía que era un tema de The Beatles que, según él, estuvo genial. Luego me habló de Angélica y yo me puse a pensar.

Por Av. España siempre imagino que vamos a caer al mar. Quizá es lo que más deseo, morir y llevarme a inocentes conmigo. El accidente se me aparece con proporciones ridículas como que el vehículo diera diez vueltas y saliera disparado contra las aguas. Nunca pasa, nunca llega esa increíble acrobacia.

Son las cuatro y pasamos cerca de la Universidad. Hace mucho que no pongo un pie en sus pasillos ni creo que lo haga. Nunca me sirvió haber pasado por ahí y estudiar una carrera que odio de la cual no quiero acordarme. Ahora vivo de lo que me deja la pega en un call center y es suficiente. Marco me avisa que bajemos.

Me molesta que siempre me diga qué hacer. Aunque es el único contacto humano que ha sido constante conmigo. Cuando estuve destrozado al perder a Julia él me acompañó; creo que sólo por eso lo sigo y no le hago notar que me irritan sus órdenes ni que vaya a mi departamento sin avisar. Caminamos hacia una botillería para comprar ron, una bebida y un pack de cervezas; por suerte él paga. No hay de qué quejarse.

Llegamos a la puerta de una casa derruida, Marco da cuatro toques que suenan como una canción que no logro distinguir pero me resulta familiar. Subimos por una escalera hacia una habitación con unos tipos ensayando. Suenan pésimo, quizá por la acústica. Somos bienvenido mostrando las botellas y latas. Marco me dice que son Los naikas.

Los cuatro integrantes de la banda improvisan una mezcla de tema de Ramones y The Clash con letras propias sobre el conflicto mapuche. Son realmente malas. Quizá con algo de alcohol pueda cabecearlas. La audiencia somos nosotros dos, un tipo inconsciente tirado en el sillón junto a dos chicas que parecen no superar los quince años.

Tomamos y fumamos, Marco y los demás comparten un porro cuando el ensayo termina. Durante horas la misma rutina. Las dos chicas están pasadas y el bajista junto a Marco se dedican a correrles mano sistemáticamente. El guitarra y el batero de Los naikas quedaron noqueados con no sé qué sustancia y se tiraron en el mismo sillón donde estaba el otro tipo que aún no daba señales de vida.

El sangres, el vocalista, me da un discurso sobre la liberación de la Araucanía y que allá los pacos están locos, que se violan a las mujeres y torturan a los hombres. No sé a quién le habla, no me interesa. Sólo quiero saber qué tema tocaron antes de pelearse con Los hijos del ministro. Pero loco, sigue, allá están cuáticos los pacos quizá qué se meten los perros culiaos. Dime qué tema, dime qué cover de los Beatles tocaron. Puta la hueá, no me acuerdo hermano y me manda a la cresta.

Inútil tratar de conseguir algo de ese pendejo. De repente me di cuenta que Marco se había ido con una de las muchachas. Les pregunté hacia dónde; no sabían, no sabían quién era Marco ni quién era yo. Cuando el guitarrista y el batero despertaron estaban como locos, ya no quedaba nada para tomar y el Sangres me pedía que fuera a comprar. Ando sin un peso, maldito Marco.

Siento un golpe en la espalda, es una guitarra eléctrica que arremete contra mí. La caja de un bombo cae sobre mi cabeza cuando intento levantarme. Escucho algunas risas, creo distinguir la de Marco pero no estoy seguro. De un bajazo me tiran por las escaleras. Al parecer, repetían el último acto de la tocata para mí. Alguien grita Purple Haze viejo aheonao. Es de Hendrix, pendejos idiotas.

--------------------------------------------------------------------------------

Información anexa: Esta narración iba a ser de detectives, ellos siempre viven en diminutas habitaciones sucias y deplorables. Pero en algún momento se convierte en la historia de un hombre de una edad aproximada de 30 años sigue intentando estar en contacto con un mundo juvenil. Gracias a una intervención del azar, el personaje de Marco es recuperado y probablemente siga apareciendo y desapareciendo en múltiples facetas. Hacía el final, quizá todo se va al carajo (si es que no fue desde el principio una pobre imitación de relato). El lector disculpará cualquier falta ortográfica, de redacción, de continuidad en la acción o desarrollo de personajes pero es necesario intentar escribir.

La información anexa no forma parte del relato y puede ser obviada por quien lea. Esta es incluida como reflexión del autor sobre su obra, pero no se relaciona directamente con ella ni es continuación de esta. Las informaciones de este tenor serán ofrecidas si considero que son oportunas o si se me da la gana.

No hay comentarios: